h) Por la noche, la molinera lloraba y lloraba y, de nuevo, apareció el enano. “¿Qué me das a cambio si te ayudo hoy también?”, preguntó el enano dando saltos. “¡No tengo nada más para ofrecerte!”, dijo la molinera llorando. “Pero si me ayudas, ¡haré cualquier cosa por ti!”, dijo la molinera. “Prométeme que me darás tu primer hijo cuando te cases con el rey”, le dijo el enano. Con mucho miedo, la molinera aceptó el trato porque estaba desesperada. Y así, por tercera y última vez, el enano empezó a hilar la paja en oro. Al día siguiente, el rey vió todo el oro y se casó con la molinera.
i) La reina no durmió en toda la noche pensando en todos los nombres que recordaba. Al día siguiente, llegó el enando saltando y le preguntó: “¿Me vas a decir mi nombre?”
“Juan, Alberto, Mario, Carlos...”, dijo la reina de seguido. “¡No, esos no son mis nombres! ¡Jamás lo acertarás!”, dijo el enano quien se fue contento y saltando.
j) Desde entonces, la reina, el rey y su hijo vivieron felices y comieron perdices.
k) La molinera lloraba y lloraba. Estaba desesperada cuando, de repente, apareció un enano saltarín que le dijo: “¡Hola, molinera! ¿Por qué lloras?”. “Tengo que convertir la paja en oro y ¡eso es imposible!”, dijo ella. “Yo te puedo ayudar, pero tienes que darme algo a cambio”, le dijo el enano. “Puedo darte mi collar”, dijo la joven. “¡Trato hecho!”, dijo el enano.
De repente, el enano comenzó a hilar la paja convirtiéndola en oro.
l) Aquel día, la reina estaba muy contenta y esperaba la llegada del enano. Cuando él llego, le dijo la reina: “Te llamas Rodolfo o Segismundo”. “¡No! ¡Así no me llamo! ¡Jamás lo adivinarás!”, dijo el enano saltando. “Entonces te llamas Rumpelstiltskin”, dijo la reina. “¿Qué? ¡No puede ser! ¡Te lo ha dicho el demonio!”, dijo el enano. Y con toda su rabia, el enano pisó tan fuerte el suelo que se quedó atrapado debajo de la tierra para siempre.
m) Aquel día, la reina estaba muy contenta y esperaba la llegada del enano. Cuando él llego, le dijo la reina: “Te llamas Rodolfo o Segismundo”. “¡No! ¡Así no me llamo! ¡Jamás lo adivinarás!”, dijo el enano saltando. “Entonces te llamas Rumpelstiltskin”, dijo la reina. “¿Qué? ¡No puede ser! ¡Te lo ha dicho el demonio!”, dijo el enano. Y con toda su rabia, el enano pisó tan fuerte el suelo que se quedó atrapado debajo de la tierra para siempre.
n) La reina, muy preocupada, envió mensajeros a todos los pueblos del país en buscar de posibles nombres y al día siguiente, la reina probó a decir nombres que algunos de sus mensajeros le diijeron: “Te llamas Eusebio, Joaquín, Fulgencio...”, dijo la reina. “¡No! ¡Así tampoco me llamo! ¡Jamás lo acertarás!”, dijo el enano quien se fue contento y saltando.
ñ) Al día siguiente, el rey todavía quería más oro: “Repetirás la acción una vez más. Si lo consigues, ¡me casaré contigo!”, dijo. Y volvió a encerrar a la molinera en una habitación más grande y con más paja que la segunda.
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